Ahora viendo la casa,
hecha un estropicio,
le sangraban los recuerdos.

Aquella tarde volvió al callejón, y supo que áun no la olvidaba, a pesar de que el bar donde
escuchaban las canciones de Violeta Parra, ya no estaba, pero sí el alto balcón de la vieja casa colonial, donde leyendo los versos de La casa y el ladrillo, de Mario Benedetti, se habían jurado cambiar el mundo.
escuchaban las canciones de Violeta Parra, ya no estaba, pero sí el alto balcón de la vieja casa colonial, donde leyendo los versos de La casa y el ladrillo, de Mario Benedetti, se habían jurado cambiar el mundo.