
La ciudad nada en una espesa niebla de sueños.
Es otra,
distinta a la del día vocinglera y ruidosa,
Los escasos transeúntes como peces insomnes
caminan sus sombras en el acuario enorme de su calles.
Quizás la despierte levemente
la reyerta callejera de la puta y el chulo,
cansada de cada moneda que le quita por su protección.
Duerme la ciudad como un barco a la deriva
en una noche de luna plena
y estrellas dispersas
asomándose en los claros que dejan las nubes tránsfugas.
Llueve en la ciudad
lágrimas de duelo,
y se arruga su alma de acordeón,
en el despecho de Discépolo,
desgranando nota a nota su dolor:
"esta noche me emborracho bien,
me mamo, ¡bien mamao!,
pa' no pensar."
pa' no pensar."
Llueve en la ciudad
y aún no clarea el alba.