La década del sesenta, fue decisiva para la renovación de la literatura norteamericana, con gente como TRuman Capote, Gore Vidal y Norman Mailer, que le dieron a la novela un rostro más vigoroso al inyectarle la fuerza de la crónica y el reportaje. Si Capote, lograba cautivar con A sangre fría, al hacer de la crónica de unos asesinos del oeste, una novela perdurable, Norman Mailer, con La Canción del verdugo, recuperaba apoyándose en la crónica y el reportaje, la vida del asesino en serie, Gary Gilmore.
En Los desnudos y los muertos, que recoge la historia de la participación de las fuerzas norteamericanas en la Primera Guerra mundial, hay un intento por desnudar, desvelar ese mundo de quienes tienen en la alta jerarquía del ejército americano, dirigir la guerra, mientras como el mismo Capote, en Sangre de camaleones, Mailer escribe El parque de los ciervos, para poner en la picota el mundo de Hollywood. Se nota la destreza, en este libro, del hurgador de realidad y personas que es el reportero. En El sueño americano, desvela a Norteamérica. Como un Fellini perverso mostrando a Roma y sus indelicadezas, Mailer, abre un boquete con esta novela, para que el lector con espiritu fisgón y de voyeur, se asome a ese mundo americano que promueven de ensueño, y que como en el caso del filósofo envigadeño, Fernando González, cuando se fue a Cali, en busca de la santidad sólo encontró un mundo de " putos y putas."
Sin Mailer, la novela no hubiera tomado la estatura que hoy tiene, por el vigor que le dio al inyectarle las píldoras saludables de la crónica y el reportaje. En Capote, en Mailer, en Vidal, escritores como García Márquez, Vargas Llosa, y el mismo Carlos Fuentes, han abrevado, y por ello no extraña la calidad de su 0bra: el periodismo con la crónica y el reportaje han enriquecido su narrativa.
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