Uno preferiría que la cultura en Colombia no fuera vista por la ley como compartimentos, y que los recursos para su sostenimiento se repartieran con espíritu de igualdad, de tal manera que ninguna de sus expresiones fuera mirada como la cenicienta. Pero, en Colombia la cultura no es observada como un todo. De ahí, que cada manifestación del arte y la cultura, tenga que luchar por su garantía y protección, por parte del Estado, amparándose en una ley. El precedente lo ha marcado el cine, que logró su ley, y la aprobación de un fondo que genera los recursos para la financiación de proyectos cinematográficos.
Ahora, con alborozo (se ha dado un paso importante), el mundo del teatro colombiano celebra el placement, que la Corte Constitucional, le ha dado a la ley del teatro. Nadie pone en duda la bondad de lo logrado con el aval que le ha dado la Corte a este ley, para que el Ministerio de Cultura aliente el interés de directores, dramaturgos y teatreros organizados en colectivos con trabajo sostenido y permanente, en el montaje de obras que afirmen el sentido de identidad, y despierten el imaginario creativo.
Nadie puede negar, que a partir del movimiento del Nuevo teatro colombiano, se empezó a mirar adentro de los problemas y las necesidades del país. El teatro colombiano, empezó a hablar con voz propia.Sinembargo (no quiero pasar como pesimista), la ley del teatro que acaba de darle tránsito la Corte Constitucional, la dejaron sin muelas, porque no vino con recursos específicos, queda prácticamente al albedrío y la bondad del Ministerio para que le inyecte -sabrá el ministerio de donde- recursos.
Lamentablemente, La ley del teatro, no cuenta con un fondo como el cine, para que el cuento de las salas concertadas, y la formación, promoción, práctica y divulgación del arte de las tablas, que se afinan al interés de esta ley, no sea letra muerta. Sin financiación (no contar con un fondo), sería igualito como tener mamá, pero en el cementerio.
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