*Foto propia intervenida
Eco de su dulce voz que se
repite en las grietas
de la ciudad vieja,
como un fino puñal que hiere de
felicidad la memoria.
No está,
es el viento que se ha quedado con su
habla de sirena
citadina,
y me fuerza a buscarla en la barra de
los bares
donde cantábamos con Sabina
“mi corazón de viaje
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje
de un no te quiero querer.”
La ciudad vieja huele a ella,
como
una flor que hubiera abierto
su
sexo,
a
los aromas del deseo,
desparramándolos
por la piel de las piedras
y
los muros,
como
una bella maldición