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lunes, 27 de febrero de 2012

Ijares

Ijares









Volví a cabalgar su cuerpo,


potranca de bellos ijares


y sentí su cintura cimbrear


en el estallido de las dos vertientes:


la suya y la mía.





*Pintura del artista colombiano, Darío Morales, Mujer sobre el colchón

miércoles, 22 de febrero de 2012

Souvenir








Supe que era ella, cuando dobló la esquina del bar donde los viejos marineros, se sentaban entre rones, a nostalgiar amores tormentosos y aventuras de puñales. Era ella, olía a ese tufillo silvestre de la última vez, cuando hicimos el amor en la casa de balcón de las alcahuetas, que daba a la bahía, y amaneció y ya  no estaba. Solo su pantaletita de Victoria Secret en la cama, para que nunca la olvidara.

sábado, 11 de febrero de 2012

Angustia


Hay  angustia en los pechos.
Latidos de piel percutida en lo grueso de la noche 
rompen la nata del silencio.
!Cómo detenerla¡ si agita impertérrita las arterias,
y en cada tumbo el corazón es un tan tan, de acumulados miedos.
Los besos se congelan en el vaho frío de las bocas,
y la palabra de amor se hace nudo en la garganta.
Las manos siempre abiertas al  deseo de la piel, han perdido la memoria.
Agazapados en el miedo,
escuchan quebrar  las ramas y las hojas;
avanzan los pasos de la muerte,
camuflada en una  noche sin luna,
en una noche de niebla..
Agazapados en el miedo,
sólo esperan los guadañazos,
qué teñirán de sangre los cantos de gallo 
hasta el alba.

jueves, 2 de febrero de 2012

Amor de puta


















Cuando se lo contaron, pensó que moriría. Su hijo, enamorado de una de las putas del bar La herradura, lenocinio de mala muerte; eso si  muy bonita la condenada, y buen polvo doña Márgara, le confesaba el Pitufo, un moreno diente de oro, que se ganaba la vida pitando partidos de fútbol, y sacándoles la plata a las  guarichas, con el cuento de darles protección. Doña Márgara, no veía la hora, en que su hijo llegara a la casa, para acusarle las cuarenta, me va oir, que no van a quedarle ganas de volver con esa mujer. No lo dejó llegar a su cuarto, y entre el pasillo y la sala , se lo dijo con un acento erizado de ironía y reproche:
-Cómo se te ocurre enamorarte de una puta, hijo ?-
Y, él sin asomo de duda, seguro como un puente de hormigón:
-Si se le da amor a un perro, por qué no a una puta? Y, siguió de largo, dejándola con el rabo entre las piernas.


*A La Malquerida que en uno de sus posts, me dio pie para escribir este cuento.