*Foto intervenida
Creí que nunca me volvería a hablar, cuando le
confesé entre nubes de rubor y vergüenza, que la quería. No se conmovió. Se
quedó mirándome con un gesto indescifrable de Gioconda, y no sacó palabra
alguna
Hoy, le dejé un poema,
que me pareció hasta cursi, en la última hoja de uno de sus cuadernos de
estudio, como para que no lo leyera:
"No me
importa que me quiten la luz eléctrica/
si tengo una
hidroeléctrica de luceros
en tus
ojos."
Me va a matar, pensé,
cuando cogió el cuaderno, y vi que pasaba hojas y hojas, y se detuvo en la
última página, leyendo con interés el poema que le había dejado. Pero no.
Levantó la mirada, me sonrió, y me mandó un sublime beso. Entonces, supe,
cuánto puede la poesía por banal y cursi, que parezca