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martes, 26 de diciembre de 2017

LOS HOMBRES DEL REFUERZO

LOS HOMBRES DEL REFUERZO

Tenía los ojos de un azul vivo. Las guedejas de pelo que le caían en la frente, y en la sienes, con una rebeldía proverbial a la peluquería. A pesar de su edad avejentada, con él no obraban los cálculos.

Lo que si se le notaba era una tristeza profunda, que el escándalo de su risa no alcanzaba a ocultar. Lo había visto siempre por esas cantinas de la carrera sexta, abajo del barrio Hoyogrande, que con los amigos solíamos frecuentar porque la cerveza era barata. Se le veía siempre en una mesa del rincón, rodeado de curiosos, que le daban una cerveza, para que contara sus historias sobre la Violencia del cuarenta y el cincuenta, recrudecida con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Alguna vez, me le arrimé con una cerveza para que cogiera confianza, y le pregunté  de dónde era. Se quedó mirándome con desconfianza, mientras se decidía entre sobarle el casco a la botella o bebérsela. Entonces le pedí que brindáramos y choqué mi botella de cerveza con la suya.
-Usted no es de por aquí- le dije
-Soy de Vistahermosa, llanero raizal, del Meta- Chupó de la botella con una sed de náufrago
- Qué lo trajo por aquí?- Se quedó mirándome pero esta vez sin desconfianza
- Puedo tomarme otra cerveza? Le dije al cantinero que nos trajera otras dos cervezas.
- Le voy a contar por qué llegué aquí. Apenas me echaba los pantalones largos,cuando me uní a la guerrilla de Juan de la Cruz Varela. Ha oído hablar de él? Con un movimiento de cabeza asentí. El hombre prosiguió: yo le ayudé a montar la guerrilla del Sumapaz. De ahí me agarró confianza, y me dijo, lo voy a mandar pa´ Santander. Allá hay gente arrecha pa´ sumarla a la lucha. Su tarea es reclutarla a como dé lugar, y traerla al Sumapaz. Aquí, en Piedecuesta, focalicé el Centro de operaciones, y me llevaba los enganchados pal Mortiño, donde recibían instrucción militar. Pero, yo que estaba preparado pa´ lo castrense, no lo estaba pal amor. Y se apareció la hermana de un reclutado, preguntando por él. No sé cómo nos gustamos. La mujer había estado por Curazao y Venezuela. Era bonita la condenada. Los ojitos en la noche le brillaban como cocuyos. Los labios carnosos, y el cuerpo talladito como el tronco de una mata de plátano. Me gustaba esa mujer, que nos encamábamos y no quería salir de entre el calor de sus piernas.Era un fogón. 

Alguien, que no quiero decir su nombre, me dijo por ahí,  esa mujer tiene cangarejera, y va a ser su perdición. Si lo dice es por qué ha estado con ella, y no le di tiempo a que me respondiera porque le metí una bala en la cabeza. Lo que más me dolía, era que por la mujer había descuidado  la inteligencia y la instrucción de los enganchados, y la misión se vino abajo. No sé pero, alguien dentro del mismo movimiento, tuvo que haber sapiado, porque los fueron cogiendo uno a uno, y asesinados de un tiro en la nuca, a la orilla de la quebrada de Las cruces. Entonces, pensé, que no me quedaba otro camino que matarla a ella, y que mi comandante Varela, se quedara el resto de su vida, esperando el refuerzo de los hombres frescos, que yo había quedado llevarle de Santander


Foto intervenida

sábado, 9 de diciembre de 2017

Claroscuro


La imagen puede contener: cielo y exterior
Foto propia: Barrio La Sinfonía, Piedecuesta



Miro las cabriolas del tiempo,
andando y desandando
y se instala en el pasado,
en algún mueble que aún no
condenamos al cuarto de rebrujo;
en la ventana donde se apostaba ella,
para el furtivo beso;
en la casa vieja de cuartos espaciosos,
donde alguna vez,
nos desnudamos urgidos de deseo,
y supimos por primera vez del amor venéreo.