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domingo, 20 de abril de 2014

El boxeador de los guantes rojos


EL BOXEADOR DE LOS GUANTES ROJOS

Aquella noche cuando subiste al ring, no escuchaste la algarabía de la gente en ring side como otras veces. Sentías que algo andaba mal. Hiciste unos amagues, con los guantes rojos, con los que siempre peleabas, y diste unos saltitos alternos para calentar el cuerpo; te quitaste la bata negra con bordes dorados, y fue cuando reparaste en la mujer de ojos azules, que en la mesa de los comentaristas de radio y televisión, también te miraba, a pesar del disimulo de estar tomando notas en una pequeña libreta.El anunciador, presentó a cada una de las esquinas, y sonó la campana para el primer round, y supiste que el rival era un fajador duro, porque intentaste sacarle el aire cuando se abalanzó como una fiera, tirándote directos a la cara, y cerrándote el paso, para quedar casi cuerpo a cuerpo. ¡Vaya¡ si resistía tus ganchos al hígado, enconchándose como un caracol en su cascarón, bajo tus brazos, cada vez que errabas directos a la cabeza; pero ya lo tenías con tus jabs a la cara, que le hacían daño, y cuando fuiste a sacar el uppercut para rematarlo junto a las cuerdas de su propia esquina, viste a la mujer de los ojos azules relampaguear su Olimpus, debajo del ring, y en un par de segundos sentiste ese golpe seco en la oreja izquierda, que te tendió en la lona, y te dejó sordo para el resto de la vida