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domingo, 21 de octubre de 2012

Noticia de tabloide

    





 Pensó que la vida se le acababa, cuando ella le dijo, hasta aquí llegamos, y se dio media vuelta, sin darle una explicación, y él se quedó sembrado en el piso del zaguán de aquella casa, donde juntos se juraron amarse siempre, y pasar las verdes y las maduras, en esa idea de resistir hasta la muerte los temporales de la vida, y compartir como buenos camaradas la felicidad de los buenos momentos. No puedo olvidarla, se repetía sordamente en el sopor de los tragos del bar a donde sus amigos lo llevaban cada fin de semana, para que despeñara tanto dolor en el abismo del alcohol, pero él persistía en la obsesión de la mujer. Por lo que los amigos decidieron cambiar de estrategia, para sacarle del pensamiento la tortura de esa mujer enjaulada en su mente como un mal recuerdo. 
     
    Lo habían encontrado varios sábados, sentado en la taza del baño del bar, en medio de un lodazal de mierda y vómitos, apuntándose  a la cabeza, con una nueve milímetros, comprada a negociantes jamaiquinos en el  Callejón del Estraperlo. Tenían que sacarle de la cabeza a la mujer, porque de tanto pensar en ella, el hombre terminaría reventándose los sesos. Rosario, lo pensaron, era la solución, una puta codiciada por los niños ricos de la ciudad, buen polvo*, y diestra en las artes amatorias como  ninguna. Pagaron una fortuna por Rosario, pero la amistad es la amistad, y eso no tenía precio. 

    Lo emborracharon, y lo llevaron al apartamento de Rosario, déjenmelo a mi, que yo le quito la cagantina que tiene por esa mujer, les dijo, y se metió en el apartamento con el obsedido. Solo lo supieron hasta el lunes, cuando leyeron la noticia aparecida en  la primera página del tabloide El Pasquín. El hombre le pegó un tiro en la frente a Rosario, y se descerrajó luego una bala en la sién. En un papel dejado al descuido en la mesita de la lámpara de noche, había escrito con letra grande y despatarrada: "no hay polvo que me haga olvidarla"

*Polvo: relación sexual