De la literatura italiana contemporánea, me abrieron -inicialmente- las puertas Papini, Italo Calvino, y el deliciosamente sensual y erótico, Alberto Moravia, con textos de ficción, como La Campesina, El aburrimiento, La romana, El conformista, entre otros. A humberto Eco, vine a frecuentarlo después, pero no me aperturé a su obra con sus novelas, sino con sus libros semióticos. Necesitaba apoderarme de la naturaleza de lo semiológico, y su Tratado de semiótica, me proporcionó fundamentos para observar desde la utilidad del signo el teatro, el cine, y la misma literatura, que son la vida.
Antes que llevaran al cine, El nombre de la rosa, en una edición del Círculo de lectores, me colé en las páginas de esta novela, que me sorprendió por la capacidad de Eco, para contar desde la novela negra, esta historia de crímenes en un monasterio medieval, que deben ser aclarados por un monje y su partenaire, que juegan al detective. Un suspenso bien manejado, que uno enseñado al Eco catedrático, al ensayista, nunca pensó que tuviera el espíritu fino para la novela, y más para la de orden gótico.
El péndulo de Foucault, es otra de sus novelas más compleja, que emboca en ese mundo de las sociedades secretas, entre ellos Los templarios. Es un texto de gran eruditismo, que no extraña, que agregada a la novela, para entender el lenguaje y ese mundo medieval, viniera un diccionario. Es una novela mamotrética. A Eco le gusta escribir largo. Si las traducciones no lo traicionan, le gusta escribir con frases que se ovillan unas a otras, quizá en el interés de explicar.
Últimamente, me he encontrado con un Eco, que se aventura por tiempos más modernos, donde el recuerdo y la memoria -antes que los mismos personajes de carne y hueso- son los protagonistas. Pero para que los recuerdos y la memoria se hagan más válidos (he ahí el apoyo de la imagen), en la afloración de los momentos, las cosas, los objetos, los hechos que motivan hurgar el pasado para afirmar la existencia de Yambo (el que recuerda), Eco recurre a fotografías, laminitas de colección, comics, periódicos, revistas y libros. Es todo un mundo gráfico, que le entró al autor por los ojos, y al cual hace homenaje con esta novela: La misteriosa llama de la reina Loana*.
El pretexto del autor, para poner el recuerdo en el protagonismo, la pérdida de la memoria de Yambo, un tipo dedicado a la compra y venta de libros de colección, incunables, y otras joyas del mundo libresco, que sufre un accidente. Para recobrar su pasado o su identidad, Yambo se retira a la hacienda de su abuelo, en Solara. Allí en los papeles de rebrujo, en sus cuadernos escolares, en los discos, en los periódicos, en los libros están los recuerdos que él debe desvelar para recuperar la memoria o su identidad. Esos recuerdos devienen de los tiempos de la Segunda guerra mundial, hasta su incursión en la universidad. Antes de todo, La misteriosa llama de la reina Loana, es un homenaje al papel que convertido en libro, revista o historieta (tebeos), dio paso a una fuente del saber, pues en los libros, en los periódicos, en las revistas, como ahora en la internet, se acopia el conocimiento.
!Qué mejor homenaje al papel¡, que esta novela que lo consagra con todo derecho, porque es la memoria no sólo del ser como individuo, sino de la misma humanidad. La historia sin fuente de registro (el papel), no es historia. Nuestras vidas sin el papel, no serían reconocidas.
*ECO, Umberto. La misteriosa llama de la reina Loana. Barcelona: Círculo de Lectores, 2004
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