Creo que fue por mayo, cuando tomaron la decisión de pasar unos días lejos de la ciudad, del estruendo del tráfico, el aborrote de los centros comerciales, y el trabajo fatigante, que no les daba lugar para sentir el revoleo de las mariposas en el estómago, de cuando se conocieron, y ese tiempo enlunado de los primeros días que hicieron el amor.
Querían revivirlo con la misma intensidad de los tiempos prístinos, en una islita antípoda, perdida del archipiélago malayo, y nunca se les pasó por la cabeza, que un tsunami -apenas desembarcados de un barco de cabotaje- borraría la isla del mapa, dejando insatisfechas esas ganas de amor con revoloteo de mariposas en el estómago.