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miércoles, 3 de agosto de 2011

De la serie Militancias

            DE LA SERIE MILITANCIAS         







as viejas militancias. El miedo despertando adentro, primero como un rumor de órganos, después el corazón latiendo como el tan tan de un percutido atabal. La casa, en la ciudad vieja, olorosa a moho, cuando venían las lluvias era una humedad total escurriendo por las paredes de tapia. Aquellos tiempos cuando hubo que estirar hasta el último centavo, para sobrevivir sorbiendo en el frío glacial de la casa aguadepanelas, con queso rancio y un pan tan pequeño y delgado, que tenía más volumen un dedo de la mano. Después, salir del encierro, para hacer la lucha en las urnas. Se había dado la tregua, era la hora de los indultos, que tantos compañeros habían soñado, y ahora estaban muertos. Cuando se lo dijeron, la buscó. Ella, estaba en otra célula, pero habían hecho operaciones juntos, y habían sentido el pavor de una misión, donde la vida,mis compas, así se los decía, quien dirigía los operativos, pende de un hilo, por eso pilas, y concentrados. El miedo los había acercado, y en medio de las plomaceras, se daban besos de aliento, para no morir, decía ella, son nuestro amuleto.


Él la buscó, con un espíritu de topo. No quedó casa donde se albergaron en la clandestinidad, por hurgar. Nadie daba razón de ella, o no querían decirle nada, quizá. Una militante veterana, que ahora era legisladora, después de unos tragos en un bar cerca del Congreso, soltó la lengua: la mandamos al monte, y enloqueció de amor. Tuvimos que matarla