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lunes, 5 de julio de 2010

Con espíritu de cometa


Se había sacado con dolor de espinas - desgarrando de adentro afuera - todos los rencores y los odios. Se sentía liviano, ya no le pesaban las penas. Había tirado el lastre, y se alzaba como un globo, con la felicidad compartida de niño y cometa, camino ella de un cielo sin nubes, en el esplendor del azul, y él niño bellamente inocente, observando la pandonga liberada de sus manos, como un tachón de colores en la bóveda celeste. Qué importaba, ahora a dónde ir. La culpa lo había llevado a buscar disculpas construyendo caminos con términos y metas. La expiación de aquello que había querido ser: soñadoramente distinto, sin lazos y ataduras, y otros condenaban con alma inquisidora de savoranolas. Ahora, se sentía ligero, era una levedad tal, que caer al vacío no sería restallar contra un fondo de piedras, porque allí no se construía la culpa, sino la razón de ser.