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viernes, 23 de abril de 2010

Nostalgia por el café Kussy-Huayra

No sé si volverá a abrir este café gitano, andariego y transhumante. Lo tenía cerca, a dos pasos de mi casa, y en el corazón siempre, porque si no abre en otro costado de Piedecuesta, estará ahí, donde uno aloja sus querencias, en la nostalgia. Lo que no pudieron las bombas, ni la maledicencia de sus enemigos, menos los atentados a botellazo limpio de vecinos que no entienden la importancia de un rincón donde se hornee el arte, el pensamiento y los buenos tragos, como ocurrió en el concierto de Velandia y la tigra, en su comienzo de gira al sur del continente, si lo pudieron las afugias económicas. En el Café Kussy-Huayra se queda parte de mi espíritu vagabundo de teatrero y dramaturgo. Cuántas veces, con Gestus-teatro, mi grupo me trepé a la escena, para el ritual de la máscara y la representación. Ahí quedaron las escenas de La Orgía de los Treinta, del maestro Enrique Buenevantura, Árbol Carnal, Los desvaríos del amor, y monólogos, que recuerdan en sus sus imágenes y textos que al hombre lo hace la palabra abierta; en el Café Kussy-Huayra, se queda parte de mi alma de artesano de los versos, y las tertulias Tras las Huellas del poema, como el recuerdo emotivo de aquella noche de diciembre del 2008, cuando lancé, mi último libro, esa espina de cuentos que tenía atravesada en la garganta: La angustia de las almas en pena; ahí, se queda también, mi jaez musical: cuántas veces la guitarra rompió con sus arpegios el silencio de la noche, y mi garganta dejó escuchar canciones a la vida, al amor, al dolor, a todo sentimiento humano... que despierta la emoción de ser libre. Creo Clara, Rocio, Magda, Elberth, doña Bárbara, que ustedes que abrieron este espacio entrañable para el arte, la cultura y el pensamiento, sienten lo mismo: sin Kussy-Huayra, Piedecuesta no será el mismo.