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domingo, 11 de octubre de 2009

Talón de Aquiles, poesía al sur: Déborah Eguren.






Creo que no la hubiera conocido si el azar no pone en mi camino el poemario de Lucía Borsani, poeta uruguaya que me hizo llegar desde el sur, sus versos de Loca por la luna. Ella aperturó en unas notas transidas de magia y de pasión, el poemario de la Borsani, con una luna que es la culpable de que Lucía escriba, ame, despierte su sensualidad poro a poro, y sea piel y corazón. Así conocí a Déborah Eguren, en esa culpabilidad de los azares, y nació una amistad que echó raices en los versos (hemos escrito a cuatro manos, intercambiado textos), y en un cariño que se ha hecho sentimiento recíproco.

Déborah, es también poeta, con ese espíritu de un García Lorca, transhumando sus versos en tertulias y recitales, para que la poesía no muera. Como el caracol que lleva la casa encima, Déborah tiene por ropa sus poemas. Sin ellos andaría sin rostro. Son como las hojas para el árbol, su resguardo.
Recién acaba de publicar su poemario, Talón de Aquiles, que es el desague de sus versos instalados en anteriores publicaciones: Horas que merecen el viaje, o de sus pergeños poéticos en los florilegios: Antología PLata-Caribe, Poesía Dominicana y Uruguaya del siglo XXI (2008) y Antología de la poesía erótica latinoamericana de Chiapas, acogida en el título de Al filo del gozo, responsabilidad editorial de Viento al hombro.


La poesía de Déborah, se ha caracterizado por ser un fresco de la vida. Tienen la virtud sus versos de desplegarse como la cola de un pavo real o recogerse sus versos en estructuras pequeñas casi un haicú, para decir en su estrechez, tanto de la vida, sentencias universales, condensación de los avatares de ese estar en el cosmos, que conmocionan en su síntesis. Talón de Aquiles, es una expresión de esta cortedad existencial de la poética de Déborah. En Talón de Aquiles cabe todo, desde el oficio mismo de la poesía y sus avatares:



En el espacio de la poesía
la tensión del silencio y la palabra
abismo al acecho
babel insaciable.


La vida misma, puede ser vista en ese pasar nada, en la normalidad que niega el accidente, y ofrece el aburrimiento, cuando:



En el espacio de la monotonía
la certeza del no desvío
simetría y noria
un todo igual.



Y, el beso toma en los versos de Déborah, una categoria sublime y material, una naturaleza proteica que define como:


...musgo tenue de coral
un aleluya
esencia de agua bendita

Y, el placer desbordante del sexo hecho en sus versos, metáfora de:


...gozo salino
un aria en la piel
jardín de humedades lunares.
Y la existencia se funda en horizontes. He ahí, una de las razones para que la vida tenga sentido, por eso, un espacio para;



...la utopía
quimera de luz
peldaños al horizonte
sueños a favor de la vida.
Ahora que Talón de Aquiles es una realidad, y el lector tiene en sus manos estos versos, en el filo de su interpretación, han dejado de ser del mundo privado de Déborah, son pandongas al viento.
Y más, cuando la poeta, retomando los periplos de los artistas medievales, ha liado la maleta de sus poemas, para transhumar con sus versos en recitales por pueblos y ciudades de la tierra del maestro Mario Benedetti, de la nunca olvidada Idea Vilariño y el sin par Juan Carlos Onetti. Es que entiende que la poesía debe tener también una puesta en escena, con música al fondo, que exorne la voz, en la juglaría de los versos que han caracterizado su obra escrita y hecha palabra viva.