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lunes, 20 de octubre de 2008

Loca por la luna, en Tras las huellas del poema


Se llama Lucía Borsani. Vive en Paysandú que tiene la virtud de ser ciudad capital del departamento ídem, abajo en el sur de América, en el Uruguay, la tierra de inmenso narrador y poeta, Mario Benedetti, y del dramaturgo y director del emblemático teatro El Galpón, Atahualpa del Cioppo (qué será de la vida de este maestro que me enseñó la dignidad del teatro). Por La Coctelera, me aproximé a las costas de la poesía de Lucía. Ese es el don del verso: hermanar los espíritus, tender lazos de amistad. A contrario sensu de la política malsana que divide, y enfrenta en las más bajas pasiones, la poesía entraña reconocer al otro, y sentirlo en la diferencia como ser humano. En el pensamiento de, Manuelito, mi filósofo de cabecera, la poesía es la vida misma, por eso convoca la mano solidaria y fraterna. Demen un verso y haré de la trompetilla de los fusiles una flor.


Con destino a la Tertulia tras las huellas del poema, que se creó en tiempos del gobierno de Gaviria, para pasar el trago amargo del apagón de tres horas diario(de seis a nueve la noche), como estrategia de ahorro de energía, ante el declive de las represas por un verano prolongado, remontando los Andes, llegó el poemario de Lucía Borsani, Loca por la Luna, su ópera prima, que aquí en Colombia, en este pueblo de Al pie de la cuesta, esperábamos con la ansiedad del enamorado que añora la carta de la novia ausente, un filósofo ( Manuelito) que como rara avis, enseña el amor por el saber, a través de versos y cuentos, ellos aterrizan de manera más ejemplificante la vida que los textos oficiales de aprendizaje, cargados de un lenguaje abstruso que en lugar de explicar la vida, la enredan y la complican; un Ingeniero de Sistemas (Juan Remolina), que encontró en la poesía una sombra más grata a ese mundo de la programación que, si no idiotiza, lo convierte a uno en androide; un maestro (Óscar Delgado) con una carga tan pesada de culpa existencial como el mundo que se echa en los hombros Atlas, que en los versos drena sus penas y sus quejas; una secretaria de clínica (Mariela Basto) que en el poema, encuentra un espacio para dulcificar los ayes y espantar con versos a la vida la proximidad de la muerte en los pasillos de hospital, y éste bibliotecario, antes navegante de la bohemia, con una guitarra, una botella de aguardiente y unos versos nostálgicos descolgándose de su boca y su garganta en noches sin ángel y fortuna, como si a la esperanza se la hubiera tragado la perra desventura, y ahora en la impostura (sic) de poeta , narrador, borroneador de libretos y teatrero, encontrara una razón para patearle el culo a la muerte.


Llegaron los versos de Lucía Borsani, esa misma que desde la foto de la solapa de su libro, nos mira a los lectores con una sonrisa franca, y unos ojos que no conocen la derrota. Frontal como su poesía: sus versos son una batalla por la vida, sumario en el cual desembocamos como en un delta de río, los tertuliadores de Tras las huellas del poema. Apreciamos que debíamos abordar la lectura de Loca por la luna, extrañando inicialmente el texto de apertura de Déborah Eguren, para hacernos a una idea más propia del poemario, y buscar coincidencias en la lectura que como colofón, haríamos de su estupendo ensayo, el cual desentraña cual diestro viviseccionista, la naturaleza de los versos de la Borsani.


Uno de los ejercicios, cuando se aborda un texto literario, procede en acercarse al título. Él puede ser un indicio de las pretensiones del autor y la esencia del texto, generalmente. Loca por la luna, como título es una entidad metafórica que reporta a la influencia de la luna en las actividades humanas y físicas, si no, lo aprecia Manuelito, detengan la mirada en el régimen de las mareas, ellas se mueven al impulso de la luna; Remolina, el amor es una palabra transida de luna...luna de enamorados...besos de luna..;Delgado, de locura...en esta noche de luna enloqueces mis sentidos;Mariela Basto, de sensualidad...en esta noche de luna tu piel es una explosión de poros...abiertamente sensitivos.


La luna indefectiblemente maneja la vida, y la vida es muerte porque se necesitan para la razón de existencia. No se habla impunemente de la vida sin la muerte. Por eso la vieja sentencia paradojal: se vive para morir, y en los versos de Lucía , la presencia de la muerte sin remordimientos, sin angustias, con una racionalidad, que a pesar de lo lúdica, genera estupor:


...seguro mi muerte

como broma del presente

será fantástica

me iré recordando apenas

mi nombre ficticio

sin ruido ni suspiro

ni sigiloso tino

ni silencio.


La luna es deseo, despierta apetitos que pueden estar refrenados, y se sueltan de sus amarras, sin pedir permiso, como en ese Pasaje a vos, donde:



Te informo

-para que te prepares-

que en la terminal del deseo

saqué pasaje a vos

con estadía en tu piel

y desyuno en la luna llena



La vida y sus minucias están juntitas en Loca por la luna, porque qué más puede ser esa caricia que Lucía define como una cédula de identidad/sencillamente tu nombre/en mis papeles en blanco/tus garabatos /en mi país de luna, esa mujer que ama desde la razón misma del amor, y no en la postura de la nimiedad del maquillaje a diario/tacones/perfume el de siempre/colores, y la amante de amor insatisfecho, en la imagen de esas noches de estío/muerto de sed/no dices nada/nada razonas/no inventas máscaras/tan sólo trepas a mis dunas/ y me pides agua.

Coincidiendo con el ensayo introductorio de Eguren, la luna así como es la responsable de las veleidades de la vida, es la mano que pone los huevos de la palabra en los versos que son la vida misma, por eso no extraña que Lucía, termine reclamándole a luna su culpabilidad en el crimen de alentar sus versos. La luna es su numen, si no por qué su petición a la noche- donde anida la luna- para que obre en rigor, y la fuerce a contestarte, por qué inspira al poema.

Finalmente, en la observación de la estructura de los poemas de Lucía, se la juega por la intercalación de versos largos y corticos que son la constante, libres como mariposas al vuelo, pues rompe con la rima,y alienta las imágenes en el corpus metafórico. En ello tiene que ver un buceo por la la piel, sentidos hechos burbujas que revientan de hinchazón. Un poemario que se lee con goce literario. Definitivamente, hay que agradecerle a la luna, porque de no estar Lucía, Loca por la luna, la Tertulia tras las huellas del poema, no hubiera tenido el grato placer de leerla.