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sábado, 30 de agosto de 2008

RIMBAUD: El enfermo de Abisinia


Estaba recuperándome de mis dolencias, cuando cayó por mi casa, mi hermana Nelly, para ayudarme a levantar los ánimos con un regalo de cumpleaños. La lectura ha sido de mis pasiones. Por eso me dejó, una novela del escritor, periodista, médico y filósofo colombiano, Orlando Mejía Rivera: El enfermo de Abisinia*. Manifiesto que no lo conocía en su carnadura de novelista. Apenas las referencias y reseñas de los periódicos que -indudablemente-no ofrecían una real dimensión de su escritura.


El enfermo de Abisinia, entra en la vida de uno de los poetas malditos o decadentes de la literatura francesa: Rimbaud. Mucho papel se ha gastado en especular sobre la vida de Rimbaud en ensayos, y textos de literatura, en tratar de aprehender su existencia en biografías, pero nada como en intentar abordarlo desde la misma novela. Rimbaud, convertido en personaje, entre su imaginario y la realidad, porque eso es la novela de Orlando Mejía Rivera. Entonces, no extraña que, al final de la novela aclare que "esta es una obra de ficción donde el contexto biográfico de los personajes se utiliza como atmósfera, pero no me he sujetado a la fidelidad histórica". Había que dejar espacio para la labor especulativa del novelista.


Orlando Mejía Rivera, no apela a la tradición de la escritura de la novela. Las técnicas no lo permiten. El libro es la suma de dos géneros: la crónica periodística y la epístola. Qué recuerde, Mario Vargas Llosa, apela en uno o dos capítulos, al género epistolar, en Pantaleón y las visitadoras, pero en su mayor parte es narración, descripción y diálogos. Podría hablarse de mayor cercanía con La tregua, de Mario Benedetti, novela apoyada en la técnica del diario, que tiene la estructura de la carta.


La pregunta que surge, es por qué Mejía Rivera, se sostiene estructuralmente en la crónica y la epístola, para escribir su novela sobre el poeta Rimbaud?. Especulo que esas técnicas le dan mayores posibilidades de agarrar al lector. De hacer creíble la ficción, junto a lo de realidad que contiene el texto. Lo relevante, es que el autor busque reivindicar la imagen de Rimbaud, puesto en la picota pública por sus escándalos, sus relaciones sodomíticas, su afición a la absenta y otros alucinógenos, y echar por tierra (aunque aclara que es una teoría) el díagnóstico de los médicos franceses que lo trataron, de qué no murió por los estragos de una sífilis, sino por saturnismo o plumbismo, intoxicación crónica por plomo.

Entre las crónicas del crítico Edmond Lepelletier, en el periódico L' Echo de Paris, victriólicas contra Rimbaud, y loables para Paul Verlaine, amante de Rimbaud, cuando el último, más joven que Verlaine, llegó a Paris, descrestando con su poesía, y la correspondencia de los defensores de Rimbaud, de Verlaine al doctor Nikos Sotiro, y de éste a Verlaine, aflora la vida de Rimbaud, que desde su maldición como poeta, se hizo un espacio en la leyenda y en la creación poética.


*MEJÍA RIVERA, Orlando. El enfermo de Abisinia. Barcelona: Bruguera, 2007