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lunes, 7 de enero de 2008

El alma del acordeón, novela de Ernesto McCausland


No extraña que el novelista costeño, Ernesto McCausland provenga del periodismo. García Márquez, fue primero periodista, Juan Gossain lo mismo, y podríamos seguir trayendo a colación más nombres. En ello quizá tengan que ver Truman Capote, Gore Vidal, Gay Talese, el mismo Hemingway, que antes de ser narradores destacados, apuraron en las fuentes del periodismo, y abrieron un camino para parender el oficio de escribir en el campo narrativo.


Realmente, no habíamos tenido la oportunidad de apreciar al novelista que hay en Ernesto McCausland Sojo, barraquillero a morir. Sabíamos de sus crónicas en El Heraldo, y en Caracol radio. De su pasión por el cine con largometrajes donde el Carnaval de Barraquilla, ha sido el uno de sus protagonistas. Pero no empezamos a leer a McCausland, por el principio, es decir por su primera novela, porque ignorábamos, que El alma del acordeón, que es la que motiva esta nota, fuera su segundo trabajo novelístico.


McCausland, es de los periodistas que saben enriquecer el periodismo, por eso lo ejerce en Telecaribe. Sus crónicas son de gran ingenio, como las de ese otro periodista costeño que anduvo por RCN radio, Heriberto Fiorillo, hoy promotor cultural de Barranquilla, y que ha puesto el carnaval de la arenosa, en sintonía con la cultura, las artes y la literatura. Confesamos que nada sabemos de su primera novela, Febrero escarlata, por lo que entramos en seco, a comentar El alma del acordeón, novela escrita desde la tercera persona ("Doce años como acordeonista le han enseñado a distinguir una pieza interpretada con el alma..."). El alma del acordeón, intenta conectar dos culturas que las une un instrumento: el acordeón. Esas culturas son la alemana -donde se fabrica el acordeón, en la Hohner- y la colombiana, que convirtió el acordeón alemán, en instrumento insignia del vallenato.


Pero, lo más relevante de la novela, es la intención de McCausland de reivindicar la figura de Juancho Polo Valencia, el de la mítica canción de Alicia Adorada. En busca de su acordeón que Juancho Polo enterró en Flores de María, viene a Colombia, enviado por la Hohner, el concertista de la fábrica, Karlheinz Birk, y a participar en el Festival de San Juan del Cesar. Como trasfondo, McCausland deja ver la corrupción política, la influencia del paramilitarismo y los narcos, en la política de la costa. Pero la novela pierde fuerza, al darle desarrollo al melodrama: el amor entre el alemán Birk, y la directora del hospital de Chimila, Leila Ustáriz.


El final es patético, pues tiene ese término de las películas norteamericanas, donde se movilizan tropas y fuerzas del Estado, para rescatar a la novia del protagonista. Ese amorío dulzón entre el alemán y la guerrera doctora Ustáriz, que enfrenta al paramilitarismo, desentona la novela. La salva la apropiación de la semblanza de Juancho Polo, que se hace leyenda de la música vallenata, con ese lamento de su Alicia Adorada, cuando le reclama a Dios, por su muerte:


"como Dios en la tierra

no tiene amigos

como no tiene amigos

anda en el aire

tanto le pido y le pido, ay hombe

siempre me manda mis males."