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jueves, 20 de septiembre de 2007

BUSCANDO A MIGUEL, CINE CON ALMA COLOMBIANA

El cine colombiano ya no es aquel de tiempos atrás, que mendigaba a los distribuidores nacionales, un huequito en la programación. Ahora el cine nacional ha dejado de ser convidado de piedra, y los distribuidores se disputan su puesta en cartelera, por lo que no hay semana que no se programe una película colombiana, con público asegurado para varias semanas. Después de Esto huele mal, de Jorge Alí Triana, entra en el torrente sanguíneo de las salas de cine colombiano, Buscando a Miguel, la segunda película de Juan Fischer, un teatrero que terminó dirigiendo cine con gran acierto, porque sus películas han sabido traducir el espíritu del hombre colombiano, ya fuere viviendo en el exilio americano, a que obliga el desempleo y la falta de oportunidades para vivir dignamente en el país, o sobreviendo en Colombia a los embates de la violencia rural o urbana, la marginalidad, el vicio y las drogas.
Buscando a Miguel, es una película con alma nacional. Y, esa alma es un fresco panorámico, un mural de tragedias, desdichas, y otras iniquidades que ha traído la política como negocio y expresión de poder. El filme de Fischer, sin querer jugar a la sociología, ni menos al cine argumental con cara de documental actuado de visos antropológicos, muestra al ser nacional, por lo menos en dos polos: el poder y la marginalidad. El primero, en el político, que encarna Miguel, y el segundo multiforme: el travesti, el cartonero o reciclador, los malandrines, en fin la gama de gente vulnerable que crece en Colombia como pompas de jabón.
Tras el político que desaparece del panorama electoral, por causa de una emburundangada, con el fin de hacerle el paseo millonario, para desocuparle la plata de sus tarjetas de crédito, de los cajeros automáticos, la historia va tomando camino, para develar a los policías sin conciencia moral, y carentes de humanidad; a la mafia que opera en el mismo mundo de los cartoneros; a los proveedores de cadáveres para las facultades de medicina, que los obtienen de los estigmatizados como desechables, a los cuales matan a garrotazo a limpio.
El país que se observa en Buscando a Miguel, donde el humor atenúa la tragedia, no es el mejor de los países, pero es el país que nos ha tocado vivir, donde imperan las culturas del poder, la muerte y la esperanza, porque películas como la de Fischer, recuerdan en la moraleja, que no todo está perdido.