La tarde agoniza,
ocaso de un sol arrebolado.
Se apresura la noche,
y en la ansiedad de sus ojos
se encienden las primeras estrellas.
Su pelo y sombras oscurecen aún más
la noche,
y con taconeo fino,
arranca lamentos a las baldosas frías
del zaguán,
donde un grillo ensordece la penumbra,
ella deja caer el vestido rojo,
y al descubierto su piel nacarada,
sembrada de pasiones y deseos.
Precioso poema Carlos, y pinta muy bien con esa pasión asegurada...
ResponderEliminarFeliz semana
Abrazos
Augusto, entrada llena de deseo pasional en una noche de penumbra.
ResponderEliminarUn abrazo fraterno.
Un poema con un atisbo sensual.
ResponderEliminarDeseos que encienden la pasión en aquel hombre que la ama en silencio,aunque sepa que jamás será suya.
ResponderEliminarBellísimo.
Besos Carlos.
Sensual
ResponderEliminarLa imagen, muy bella, pero tu poema, es precioso, sensual, tus letras están vivas.
ResponderEliminarSaludos.
Tal vez por mi carácter negativo, yo la siento sola, y la desnudez en la soledad es mucho más triste.
ResponderEliminarPero la noche estrellada con grillos de fondo parece muy hermosa.
Saludos amigo
esta asturiana te da infinitas gracias por concedernos el privilegio de sumergir nuestra alma en el bellisimo manantial de tus letras, un besin muy muy grande.
ResponderEliminarEsos ojos donde se encienden las estrellas es el preludio de una noche donde no caben los vestidos rojos, una noche de luz entre las sombras.
ResponderEliminarBellísimo, Carlos, un paisaje sensual en un zaguán de aquellos.
Besotes.
Erotismo que desnuda hasta a la propia noche. El ocaso arrebolado cae como ese vestido rojo, para dar paso a estrellas que son los ojos del deseo.
ResponderEliminarBellísimos versos, Carlos.
Un abrazo.
"y con taconeo fino,
ResponderEliminararranca lamentos a las baldosas frías
del zaguán,"
un sufrimiento prematuro con certeza de despedida, cuánta ansiedad se entrevé en estos versos. Aplausos.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Me encanta terriblemente este poema,las imágenes que de él puedo sacar.
ResponderEliminarun abrazo,
Jess