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domingo, 12 de junio de 2011

La mujer del catàlogo de pinturas expresionistas











MUJER DEL CATÁLOGO DE PINTURAS EXPRESIONISTAS








Ahora que la vio recostada contra la baranda del muelle del puerto, supo que se había tropezado con ella, en alguna otra parte. Esos ojos, lánguidamente bellos, pero sin mirada, y su boca carnal, eran inconfundibles, pero no lograba situar en el espacio y el tiempo, dónde los había visto. Le pareció interesarse en él, pues al pasar junto a ella, se quedó mirándolo, con esa mirada, como le sucedía a él, de desentrañar en lo recóndito de la memoria, alguien con el cual tropezaba en la calle, y se le hacía familiar. Más adelante la mujer lo alcanzó, me invitas un trago. Él no supo qué decir, a penas balbuceó un bueno. Estaba anonadado. Nunca pensó que la mujer fuera la de la iniciativa. Su plan era el de pasar junto a ella, y volver al rato, para hablarle, con la excusa de una dirección que estaba buscando en el puerto, y no daba con ella.






En el bar del puerto, La taberna del Pirata Morgan, bebieron un ron bravo. Él se reía de los gestos de ella, apurándolo hasta el fondo puro, ron vivo, solo salecita, puesta en el dorso de la mano izquierda, que ella saboreaba, cada vez que tragaba ese ron para guapos. El hombre, se acuerda que luego subieron a una especie de buhardilla del bar. Desde un balcón saledizo, mientras se bebían a pico de botella los últimos tragos, abrazados miraron un cielo cuajado de estrellas, y él le habló de las constelaciones, y luego dándose besos se fueron a la cama. No recuerda más, ahora que se ha levantado, y la misteriosa mujer no está. Siente los ojos pesados. Va hasta el lavamanos, se enjuaga los ojos, y al mirarse en el espejo, este no le devuelve la imagen de su rostro, entonces se acuerda dónde vio a la mujer: en un catálogo de pinturas expresionistas, sobre las caprichosas formas de mujer en que se aparece la muerte.