Ella
Ella sabe a litoral.
En su piel
el sol,
la arena,
y el mar.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
domingo, 18 de septiembre de 2011
Erótica del ascensor
Habían acordado encontrarse, en eso de las diez la mañana, hora muerta, en el antiguo centro comercial, La Alquería, que quedaba al norte de la ciudad. Esperarían, cerca al ascensor del ala izquierda, que conducía a las salas de cine, en el cuarto y quinto piso, y a una terraza-bar del sexto. Lo habían estudiado todo, sin dejar detalle alguno.
A esa hora no había movimiento fluido de gente en el sector. Ella, opinaba, que el ascensor les caía como anillo al dedo. Era perfecto para la fantasía que aún les quedaba por satisfacer, entre las tantas aventuras eróticas vividas, desde que se conocieron en una lunada, y él con su gitarra y las canciones de Serrat, la mujer que yo quiero no necesita, boleros de Manzanero, esta tarde vi llover...vi gente correr, y trova de Milanés, de qué callada manera...se me adentra... le pellizcó el corazón. y unas ganas indecibles de irse con él a la cama.
En la noche, él no logró conciliar el sueño. Siempre le pasaba lo mismo, la víspera de cada aventura. Su imaginación se enfebrecía, y un desasosiego porque llegara el momento, lo invadía de manera inclemente. Al fin, pudo quedarse dormido, en un sueño apacible, casi cercano al canto de gallos.
A las diez, ella de chaleco y faldas, él de bluyín y chaqueta de cuero, abordaron el ascensor, programándolo sin paradas en los pisos, directo a la terraza. Adentro de la caja, ella sintió un frío grato, que le entraba faldas arriba, y se acordó que no llevaba panties. Él besándola hasta el ahogo, la abrazó y dejó caer sus manos como zarpas en sus nalgas rotundas . Ella sintió cómo se le erguía el sexo bajo la bragueta, , mientras el ascensor ascendía, y la temperatura de sus cuerpos se tornaba en una hoguera. Fueron subiendo, sin la noción del tiempo y el espacio, en una nata espesa de placer. Pero les extraña, que el ascensor no haya parado en el último piso, el de la terraza-bar, y les angustia esa sensación de ingravidez, como si la caja del ascensor en la cual hacen el amor, flotara en un vacío sin término ni confín.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Noche
Siento ecos de silencio en la noche,
duerme con sueños de estrellas,
en el cielo despejado
como tu frente cuando el aire
se queda en tus cabellos,
y me miras desde tus ojos de cristal,
sin perder el asombro por el beso
que resbalo en tu boca.
Esta noche no hay cantos,
duerme al arrullo mudo
de una luna hechiza
que se limpia la cara en un lago
quieto,
lágrima congelada en la sabana,
como tù,
extendida en la desnudez de tu cuerpo
y de tus sueños,
vuelta suspiros dentro del alma,
mientras te miro en la serenidad de tu piel
aperturada al deseo,
como una flor de pétalos abiertos,
a la seducción de esta noche muda
en sus abisales silencios
duerme con sueños de estrellas,
en el cielo despejado
como tu frente cuando el aire
se queda en tus cabellos,
y me miras desde tus ojos de cristal,
sin perder el asombro por el beso
que resbalo en tu boca.
Esta noche no hay cantos,
duerme al arrullo mudo
de una luna hechiza
que se limpia la cara en un lago
quieto,
lágrima congelada en la sabana,
como tù,
extendida en la desnudez de tu cuerpo
y de tus sueños,
vuelta suspiros dentro del alma,
mientras te miro en la serenidad de tu piel
aperturada al deseo,
como una flor de pétalos abiertos,
a la seducción de esta noche muda
en sus abisales silencios
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