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domingo, 24 de febrero de 2008

NOCHE TELÚRICA CON GERMAN VELANDIA Y EL SON PICANTE EN EL CAFÉ KUSSY-HUAYRA DE PIEDECUESTA

"Cuando una pena acorrala
no hay como sobar la pita
q´aunque sea una migajita
de alivio va despuntando
y sobandito sobando
por más dura q´ella sea
una pena se pandea
cuando se le busca el modo
que si no sale del todo
al menos se paladea"
Decima de Jorge Veloza
La carranga estaba ahí, en el interior del país, en el campo, en los pueblos, en el sabor de lo cotidiano, en las historias populares, en el habla coloquial, en los músicos sin intenciones comerciales de requinto, tiple, guitarra, guacharaca, y copla que, con el merengue y la rumba -ritmos básicos- no sólo hallaron un camino a la diversión, sino también al pensamiento porque las letras -cuando obra la copla- tienen una intención de enseñanza, y a la crónica, en esa misma intención del vallenato primigenio, de despachar noticias en las canciones. Y vino Jorge Veloza, a recuperar toda esa juglaría, con Los Carrangueros de Ráquira,primero, y luego con Los hermanos Torres, en La china que yo tenía, La Cucharita, Julia Julia Julia, Te digo adios, La gallina sarabiada, entre otros temas.
En Piedecuesta, la carranga ha pegado como verdolaga en la playa. Por eso no extraña que, cada año se convoque un concurso de esta especificidad musical, en el aniversario de fundación del municipio, y que agrupaciones como El son panelero, y Son picante, convoquen alta audiencia en los espacios abiertos de sus presentaciones, y lo mejor, prendan en el público la pasión por bailar la carranga. Relevante el trabajo de Son picante, grupo conformado por jóvenes, que han volteado la mirada hacia una música telúrica como la carranga, recuperar las raices, para hablar de sus sentires, a través de sones propios, y cantar, ahora, las letras de un maestro del humor, German Velandia, que se ha vinculado al grupo para ponerle chispa con sus calambures, su inventiva de coplas de doble sentido, abiertas, procaces, patiquebradas, o sus poemas y sus cantas como la de Las profesiones.
En el afán de afirmar la música colombiana, como otra de sus tareas culturales, el Café Kussyhuayra, ha abierto un espacio para la carranga. Por eso, éste sábado veintitrés de febrero, puso en tarima, a German Velandia y el Son Picante que andan estrenando CD. Qué bien, ver otras caras, otros rostros, paladeando la carranga, bailándola como se baila en el campo, así como la bailó doña Bárbara alma del café, riendo con el ingenio de German Velandia, que confirma los premios alcanzados en Sábados Felices de Caracol televisión. Y con qué gusto escucha uno el requinto de Martín Rodríguez, qué sabor el que le arranca a un instrumento tan nuestro. Con él se sienten nuestros orígenes, lo que somos. Mejor no pudo ser la noche del sábado.

sábado, 16 de febrero de 2008

GRUTA

Ella,
deja caer la sombra de su pelo
en mi rostro
pájaros anidan en sus hebras
con un concierto de trinos ruiseñores
que devuelvo agradecido
en besos.
Ella,
deja en mi boca su pecho frutecido,
leche y miel se abriga en sus pezones,
agradecido
urdo salutaciones
por su salud siempreviva.
Ella,
me lleva de la mano
por la gloria de su pubis,
y agradecido bebo en las aguas
de su gruta angelical.

sábado, 9 de febrero de 2008

Unas manos juntándose a otras manos, en el café Kussy-Huayra por la salud del negro Castillo

En ese momento, se me viene a la memoría Crescencio Salcedo, autor de la inmortal canción, la múcura está en suelo,/ mamá no puedo con ella/ me la llevó a la cabeza..., que murió en el abandono más olímpico, sin una mano tendida del Estado o de Sayco, para velar por su salud, cuando en el café KussyHuayra, me entero por boca de Clarita que el negro Castillo, el que introdujo la capoeira en Piedecuesta, y creó una escuela con esta danza entre acrobática y combativa, traída del Brasil, se encuentra enfermo de cáncer de colon, y no cuenta con seguridad social, menos con dinero para paliar esta dura dolencia.
Uno no se explica, cuando el Estado habla de la seguridad social de los artistas a todos lo vientos, por qué una persona vulnerable como Castillo, artista reconocido, no cuenta con protección social que le garantice por los menos, la asistencia médica. A dónde las tareas de quienes como piedecuestanos, estuvieron en la desaparecida Secretaría de Cultura, y ahora en la Coordinación de Cultura, deporte y turismo, para hacer cumplir la ley sobre seguridad social al artista, empadronando y asegurando a quienes en el medio artístico local, se desempeñan en estas actividades del espiritu, y no gozan de seguridad social, en materia de salud.
El caso del negro Castillo, marca un precedente, y ahora, que en materia de cultura, el Alcalde, se ha asesorado de gente que conoce las dificultades que tienen que padecer los artistas garroteros, no sólo para cristalizar sus producciones, sino también por el estado de fragilidad en materia de asistencia en salud, se hace necesario revisar las políticas culturales, y buscar que aquellos que carezcan de seguridad social, entren a beneficiarse de ella, pues existe una ley que garantiza tal derecho.
El negro Castillo, sabe que no está solo. EL café KussyHuayra, y la Escuela Mario González, que son una sola sustancia, han abierto los jueves las puertas a la causa de solidaridad con Castillo, para que los artistas piedecuestanos ofrezcan un espectáculo, cuya entrada ($2000), contribuya al tratamiento costoso de la enfermedad que aqueja al artista. La campaña en favor de Mauricio Castillo, ya comenzó en KussyHuayra, este jueves siete de enero, con un recital de Saxo. Sé que cada jueves habrá un espectáculo nuevo, ya que semanalmente, se irán sumando artistas nuevos, entre cantantes, poetas, colectivos teatrales, bandas musicales, bailarines, para tender una mano a Castillo, y así será una mano juntándose a otra mano, y ésta mano juntándose a otra mano, para que sean muchas manos, luchando por la salud del negro.

lunes, 4 de febrero de 2008

Las tarjetas de crédito

Corría el rumor y él no podía creerlo. Apenas llevaban dos años de estar juntos, y su mujer le ponía los cuernos. !La puta que la parió¡, barbotó, cuando el detective privado que había contratado para confirmar el rumor le mostró toda una suerte de videos y fotografías tomados a su mujer y al amante en la cama, en distintos moteles de la ciudad. En medio de la rabia y el dolor, juró, !a esa mujer la voy a matar¡. Pero después pensó que era poco castigo, y como la mujer dependía de su dinero, le canceló las tarjetas de crédito.

sábado, 2 de febrero de 2008

La mujer del crucero

No era tarde cuando la mujer se apareció por el bar aquella noche del martes. Serían las diez. Lidiaba con la última cerveza. Ya no quedaban bebedores. Le daba vueltas a la botella, bebiéndola a sorbos espaciados para hacer la roña. Sentado en la barra, miraba hacia la puerta, en el preciso momento cuando la mujer entró al bar. Era alta de pelo negro como la noche, le caía en cascadas en la frente, a los lados. Sus senos turgentes le reventaban la blusa roja, con la punta de unos prometedores pezones. La falda negra le dejaba ver los muslos largos y carnales como su boca. Sin quitarme la mirada, vino hasta la barra, se sentó a mi lado, me pidió un cigarrillo, te tomas algo, le brindé, y ella bebió de mi cerveza.
Venía de Centroamérica, en un viaje de crucero por el Caribe. Esa tarde el barco había recalado en el puerto, y pasarían la noche en tierra. No podía conciliar el sueño, y se aventuró a buscar un bar, donde beber algo fuerte, que me relaje y me duerma, se le escuchó como un susurro. Ni el aire acondicionado del hotel que congela, ha hecho el milagro de que cierre los ojos. Y reía, abriendo su boca carnal con tentación, mientras yo sufría, porque la mujer me había fascinado. Sentía unas ganas enormes de llevármela a la cama, y explorar con mis manos, con mi boca, con mi lengua la promesa de un paraíso, que presentía en su cuerpo.
Nos bebimos, así, a pico de botella diez cervezas másViajar con el marido no tiene , y en cada sorbo, sentía en mi boca la saliva caliente de ella hervir mis deseos. Soy casada pero vengo sola. Viajar con el marido no tiene gracia, pretextaba, y me besó con una experticia que -yo conocedor de mujeres- quedé perplejo. Hundió su lengua en mi boca con virulencia, como una saeta hiriendo mi paladar, y mi bragueta se templó. Ya no quedaba otro camino, que pagar las cervezas, salir del bar, y llevar la mujer al pintoresco motelito La almeja del marino, que quedaba en el muelle de Los peces que le robaron los colores al arco iris. Allí, supe de las bondades de su cuerpo, en el segundo piso de maderas crujientes, y balcones saledizos abiertos a la noche, a la brisa marina, y a la luna que esa noche estaba plena, para hacer más calido el encuentro.
Más tarde, entre besos, me dijo que se llamaba Carla Bayardo, que era de Guatemala, y se levantó desnuda a fumarse un cigarrillo, recostándose contra la baranda de uno de los balcones que daban al mar. Entonces observé sus nalgas recias, y volví a hacerle el amor con rabia, porque sabía que al otro día se iba, y yo me quedaba íngrimo, bebiendo ron bravo para echarla en el olvido.